martes, 19 de mayo de 2009

La humedad de un cuadro colgado en la pared se contrasta con una llama encendida en el medio de la habitación, huelo la humedad, huelo la ansiedad, huelo el encierro, huelo la libertad. Los sentidos no bastan, en vez de agarrotarse se hace cada vez mas agudos, que hasta el sonido de la llama queriendo crecer se puede sentir desde una esquina opuesta. La llama crece, se eleva y sin saber como se expande sobre el cuadro añajozo. El sentido del olfato se agudiza al sentir un olor fresco y rejuvenecido emanado por el cuadro. La llama no consume el cuadro, mejor dicho el cuadro consume a la llama, la deja desposeída de todos sus privilegios, la exprime y por ultimo la extingue.

Y el cuadro rejuvenece esplendido como recién pintado. Huele distinto, huele únicamente a ansiedad y libertad. En ese instante un viento azota la ventana y el cuadro cae al suelo, el marco se destroza, pero la pintura desaparece….

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