viernes, 26 de junio de 2009

Y entre el viento y el rocío que comenzaba a avecinarse, pude escuchar el murmullo de los árboles romper contra el suelo cuando sus hojas decidían alienarse, en aquel banco alumbrado nada más que por ese pequeño farol con ese foco de luz intermitente, que hasta para hacer composée con mi situación decidía apagarse, ahí estaba, sentado con la mirada perdida entre casas con una fachada de lo más desprolija, con las manos sobre mi rostro intentando frenar el viento que despeinaba mi pelo. Intentaba poder transportarme, poder estar dentro de ese hogar, sentado en el costado de la cama esperando verla despertar. Pero no podía, estaba ahí afuera peleando contra mis sentidos que me pedían, no, ya me reclamaban, que los dejara descansar... y fue ahí, cuando el sol decidió abrigarme: oí un crujir de maderas podridas y húmedas, y te vi. Asomada a la ventana que daba a la calle, me devolviste una sonrisa... y yo... volví a sonreir.

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